
Para muchos, el crecimiento económico está directamente relacionado con prosperidad y bienestar en la vida de las personas. Así, el PIB (Producto Interno Bruto) se ha convertido en sinónimo de felicidad, y con el objetivo de tener un crecimiento económico constante (y por lo tanto un “aumento constante en los niveles de felicidad de la gente”) hemos alentado el libre comercio, la creación de empresas, el desarrollo de la tecnología y el consumo acelerado. Todo esto sin tomar en cuenta aquello a lo que los economistas llaman “externalidades,” es decir, la contaminación del agua, el escaseo de los recursos naturales y la constante pérdida de biodiversidad que son resultado de toda actividad industrial. Si se tomaran en cuenta todos estos factores, tal vez el “crecimiento económico” no podría ser considerado como tal. Sin embargo, esta pequeña y simple fórmula ha sido el eje conductor de las sociedades desde hace ya varias décadas.
Irónicamente, en los Estados Unidos por ejemplo, los niveles de felicidad en la gente no se han incrementado a pesar de que el PIB de ese país se ha cuadruplicado desde la Segunda Guerra Mundial. Entonces, ¿no es verdad que la felicidad está relacionada con el bienestar material? La respuesta es sí, pero sólo hasta alcanzar las condiciones necesarias para tener una vida digna y desarrollar el potencial de las personas, según muestra un estudio de la New Economics Foundation. Siendo ese el caso, el tener la nueva versión del Ipod, el Hummer todo terreno o un televisor con pantalla de LCD, a pesar de tener un impacto ambiental mucho mayor al que podríamos imaginar, no nos harán la vida más placentera y por el contrario, nos aislarán más de nuestro entorno y de la gente a nuestro alrededor, elementos que sí mejoran considerablemente los niveles de felicidad en las personas según el reporte.
El estudio titulado The Happy Planet Index, o Índice del Planeta Feliz, trata de medir lo que realmente importa para la gente – bienestar en términos de una vida larga, feliz y significativa – y lo que importa para el planeta – nuestro nivel de consumo de recursos. Es decir que combina ambos elementos y otorga una clasificación a los países muestreados según el grado de consumo que requieren para lograr la felicidad en sus sociedades. Así, Estados Unidos por ejemplo, teniendo una huella ecológica de 9.4 hectáreas globales* por habitante, cuenta con niveles inferiores de satisfacción en la vida de su gente que Costa Rica, país que tiene un consumo por habitante equivalente a un cuarto del consumo estadounidense. Siguiendo el mismo patrón, los países que con menos recursos logran niveles de satisfacción en la vida de la gente se encuentran mayoritariamente en Latinoamérica: Costa Rica, República Dominicana, Jamaica, Guatemala, Colombia, Cuba, El Salvador, Brasil, Honduras, Nicaragua, Argentina y Panamá se encuentran ubicados entre los primeros 20 lugares. México, con un consumo equivalente a 3.4 hectáreas globales por persona, se ubica en la posición número 24. Aun así, si todo el mundo tuviera hábitos de consumo similares a los de un mexicano promedio, necesitaríamos un planeta y medio.
Los países con las peores clasificaciones se encuentran en África, donde a pesar de tener un consumo mucho menor a las 2.1 hectáreas per cápita, sus habitantes cuentan con una esperanza de vida menor a los 58 años y llegan a tener una calificación de 2.4 en cuanto a la satisfacción en la vida de sus habitantes como en el caso de Tanzania.
El estudio, busca ser una alternativa al PIB, índice que sólo analiza el crecimiento económico de las naciones sin tomar en cuenta la calidad de vida de las personas y el daño ambiental ocasionado por la producción casi infinita de bienes en un planeta finito. La conclusión bien podría ser una pregunta: si la acumulación de bienes materiales no proporciona felicidad y los recursos naturales amenazan con desaparecer ¿por qué nos aferramos al tan acariciado crecimiento económico?
Si quieres saber más, visita www.happyplanetindex.org
*Si se dividiera el planeta entre todos los habitantes del mundo por partes iguales, a cada quién le corresponderían 2.1 hectáreas globales. Si todos los habitantes del mundo tuvieran una huella ecológica de 9.4 hectáreas (Estados Unidos), se necesitarían 5 planetas para satisfacer nuestro consumo.
Crédito foto: Stuck in Customs